viernes, 1 de julio de 2016

SUSURROS - CAPITULO 11

Los cazadores no tienen alma. Nuestros captores utilizan la magia y el engaño. Todos son hombres. No hay ninguna mujer. Igual sucede con Kyvattarius, solo hay mujeres y ningún hombre. Por cada Kyvattarius hay un cazador. Solo nosotras mismas podemos destruirlos, igual que ellos tienen el poder de quitarnos todo.
Cada mujer Kyvattarius tiene un don diferente. Pero si se juntar varias mujeres los dones se fusionan y hacen que los poderes se hagan más poderosos. El poder de Aurora es el de crear ilusiones. De hacerles ver cosas que ella quiere que visualicen. Pero todo don tiene una inconveniente. A la niña le duele mucho la cabeza si utiliza durante mucho tiempo su poder. Tiene que aprender a controlar las desventajas. Mi inconveniente es que puedo hacer que las ilusiones de Aurora se hagan realidad y dejarnos desprotegidas. La verdad es que no sé qué hay de bueno en mi don, así que tengo que aprender mucho.


Me despierto en una habitación blanca. No tardo en darme cuenta que estoy en un hospital. Tampoco pasa desapercibido que estoy esposada a la cama. Cierro los ojos frustrada pero tengo que reaccionar rápidamente. En mi cabeza visualizo los ojos de Aurora, la busco. No la encuentro. Lo sigo intentando, pero no consigo nada. Me pongo nerviosa. Lo intento una vez más y esta si lo consigo.
  -  ­ ¿Dónde estás cariño? – le pregunto.
  -  En un hospital – me dice. – Sue estoy con James.
  -  No te preocupes – trato de estar tranquila. – Iré a buscarte y nos iremos juntas.
Me despido de mi prima, asegurándome de que está bien. Tengo que ir a buscarla pero primero me tengo que liberar yo. Miro fijamente en la esposa y pienso en como abrirla. Pienso en mi madre.
  -  Hola hija – dice mi madre pero ahora esta transparente, ya casi no la veo.
  -  ¿Qué te pasa? – pregunto preocupada.
  -  Mi tiempo en este se está terminando – me dice. – Nos tenemos que ir.
  -  No quiero que os vayáis – le digo con lagrimas en los ojos.
  -  Si nos quedamos más tiempo me cazaran – me dice mi madre. – Hasta que no volvemos a nuestro mundo hay posibilidades de que nos capturen.
  -  Prometedme que estaréis bien – le digo y ella asiente. – ¿Me puedes ayudar a ir con Aurora?
Me hace cerrar los ojos. No puedo abrirlos hasta que ellos me lo digan. Cuando mi madre ha aceptado ayudarme han aparecido mi hermano y mi padre, tiene el mismo aspecto que ella. Mis ojos se llenan de lágrimas. Antes de comenzar me dan varios consejos que me ayudaran en mi aventura. Tengo una misión, destruir a nuestros cazadores para ser libres. Nos despedimos y con lágrimas en los ojos cierro los ojos. No siento nada. Todo está en silencio. Un susurro en mi oído me obliga a abrir los ojos. Estoy en el suelo de otra habitación del hospital. Me levanto y lo primero que veo es a James.
  -  Aurora – digo acercándome a la cama.
La niña me mira con la boca abierta. Sin pensarlo dos veces la abrazo y cuando consigo separarme de ella, porque mi prima no me quiere soltar, compruebo de que este bien.
Me doy cuenta que al lado de James esta la mochila de la niña. Le han puesto su pijama favorito a la niña y esta con su peluche en la mano. Abro la mochila y me pongo una camiseta. El problema llega cuando ninguna de las dos tenemos zapatos. Al no tener chaqueta. Le quito la parte de arriba del pijama a la niña y le pongo una camiseta suya que abriga bastante y después otra vez la prenda que le he quitado. Así que no pasara mucho frio. Cojo la mochila y la niña en brazos. La tapo con una manta que le ha dado el hospital. Como antes estaba con una bata de hospital. Me he enrollado la sabana como si fuera una falda larga y así no se ve que no llevo ni pantalones ni zapatos. Tengo que conseguir ropa. Veo como una chica más o menos de mi edad entra en una habitación con una bolsa de viaje. Poco después sale. Entro en la habitación con la niña. Para mi suerte tenemos la misma talla. Le cojo unos pantalones y unas bambas. Por lo visto a la chica le gusta la moda. Sin perder más tiempo me voy.


Aurora se está agobiando mucho tapada con la manta. Las personas nos miran, pero por nuestras pintas pensaran que somos indigentes. No me importa. Solo tengo algo en mente. No puedo de sepárame de la niña porque aunque le deje en un lugar seguro ellos la encontraran. De repente un coche se detiene delante de nosotras, delante de nosotras esta el temible. Sin pensarlo dos veces subimos al coche y nos vamos. 

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